La justicia acusa a María Victoria Henao y Juan Pablo Escobar de facilitar los negocios inmobiliarios en Buenos Aires del narco colombiano Piedrahita Ceballos.
El destino de la fortuna de Pablo Escobar Gaviria, alguna vez uno de los hombres más ricos de la tierra, es un gran misterio. María Victoria Henao, su viuda, y Juan Pablo, su hijo mayor, eran los herederos naturales. Pero Juan Pablo dijo siempre que la familia nunca vio un dólar de aquel dinero amasado durante años por el jefe del cartel de Medellín. Todo fue a parar, sostuvo, a los bolsillos de los capos narcos del cartel de Cali, que se cobraron así los “costos de la guerra” contra el patriarca. A cambio, los dejaron vivir. Los Escobar se refugiaron en 1994 en Argentina, con nuevos nombres. Y desde entonces llevaron una vida discreta de clase media, apenas interrumpida por la decisión de Juan Pablo de publicar dos libros sobre su padre, muy exitosos. Pero esa vida tranquila, con Victoria casi invisible y un Juan Pablo repartido entre entrevistas de escritor y pequeño empresario textil, se alteró de repente. Un juez procesó a ambos por presunto lavado de dinero narco en Argentina, una causa que los puso otra vez en los titulares de prensa.
Según las leyes argentinas, el procesamiento significa que un juez encontró motivos suficientes para iniciar una investigación, en base a las pruebas reunidas por un fiscal. La suerte de los Escobar comenzó a cambiar en octubre del año pasado, casi de forma fortuita. Una investigación por lavado dio con un documento que pareció confirmar un nexo entre los Escobar y los negocios sucios de un conocido narco colombiano, Piedrahita Ceballos. El papel era una especie de contrato oculto en la casa del empresario argentino Mateo Covo Dolcet, sospechado de ser el testaferro de Piedrahita Ceballos en Argentina. Los investigadores leyeron en el documento que los Escobar presuntamente recibieron una comisión por su trabajo de intermediación entre el argentino y el capo colombiano, algo que el juez Néstor Barral consideró verosímil.
“Entiendo que María Isabel Santos Caballero y Juan Sebastián Marroquín Santos [los nombres con los que madre e hijo viven en Argentina] efectuaron un aporte de carácter esencial para el cumplimiento de los objetivos criminales de Piedrahita Ceballos”, escribió Barral en su resolución, que se puede leer en el Centro de Información Judicial (CIJ), dependiente de la Corte Suprema. Según el juez, fue gracias a la mediación de los Escobar que Piedrahita Ceballos “inyectó millonarias sumas de dinero sospechadas de provenir del tráfico de drogas en el sistema financiero local”. Sin los Escobar, dice el juez, el jefe narco y su presunto testaferro argentino “no se hubieran conocido y, consecuentemente, materializado las citadas inversiones”.
Piedrahita Ceballos invirtió más de 15 millones de dólares en la construcción de un barrio privado, un edificio de viviendas y cocheras en el norte de Buenos Aires. Pero su inversión más llamativa fue el rescate y remodelación del Café de los angelitos, un bar tradicional que quedó al borde del cierre y que volvió renovado como sitio de espectáculos de tango para turistas. Según consta en un expediente que avanza en Colombia, el narco estaba relacionado con Don Berna, ex jefe de los laboratorios de Escobar Gaviria. En Argentina creen que de esa relación surge la posibilidad de que los descendientes de Escobar hayan prestado algún tipo de servicio a Piedrahita Ceballos.
En la Unidad de Información Financiera (UIF) de Argentina sospechan que parte del dinero que el colombiano transfirió al país era en realidad de la familia Escobar, pero camuflado bajo la forma de una paga por mediación. “Escobar Gaviria era la máxima autoridad del cartel de Medellín, con el que Piedrahita Ceballos poseía íntima relación. No puede descartarse entonces que parte del dinero inyectado por Piedrahita Ceballos fuera de propiedad de Santos Caballero y de Marroquín Santos”, dice el texto presentado en octubre por la UIF, en el arranque de la investigación.
Madre e hijo declararon por primera vez en mayo y otra vez esta semana en los tribunales. La investigación cambió drásticamente las rutinas de Juan Pablo, que ahora evita cualquier publicidad. El mayor de Pablo Escobar concedió hasta octubre pasado decenas de entrevistas para promocionar sus libros o para criticar la versión “lavada” que, a su entender, daba de su padre la serie El patrón del mal. Este no es, sin embargo, el primer problema judicial que tienen los Escobar en Argentina. En 1999, la viuda de Escobar estuvo presa por presunto lavado de dinero, pero la causa fue un montaje que terminó con los acusadores detenidos, incluido un juez. A casi 20 años de aquel escándalo, los Escobar pueden enfrentar escenarios más complejos.