(CNNMéxico) —Sorpresa, miedo, preocupación. Habitantes del Distrito Federal recuerdan con esas palabras la explosión de una pipa de gas que ocurrió la mañana de este jueves en el Hospital Materno Infantil de Cuajimalpa, en el poniente de la capital, que desde temprano movilizó a las autoridades federales y locales y, hasta el momento, ha dejado tres muertos y más de 70 heridos.
“Pensé que estaba temblando, los vidrios de mi casa se rompieron, pero cuando salí había humo, había explotado el hospital”, dijo una vecina de la calle 16 de Septiembre, la misma donde se ubica el centro médico siniestrado.
Momentos antes del estallido, Ana Ayala se encontraba en su papelería y escuchó a policías del módulo de seguridad de la zona gritar que la vialidad debía ser evacuada.
El motivo era que una pipa de gas, propiedad de la empresa Gas Express Nieto, la cual abastecía la cocina del hospital, había sufrido una fuga en una manguera.
Junto con otras personas, Ayala ayudó a sacar a los niños de las escuelas cercanas y a guiarlos fuera de la calle. Según la mujer, lograron llegar a la esquina antes de ocurriera la explosión.
“Sólo vi cómo el material y el humo salían del centro del hospital, quedé en pánico, ya no pude más, no quise regresar, todo se volvió un caos”, dijo.
A partir de ese momento, policías y bomberos comenzaron a laborar, mientras autoridades suspendieron labores en las escuelas aledañas, enviaron a los niños a sus casas y comenzaron a utilizar los planteles como puntos de reunión para médicos y familiares de heridos.
En la calle empezaron a mezclarse policías, funcionarios de Protección Civil, militares y ciudadanos que miraban hacia la zona acordonada y pedían información.
“Hay que tener calma”, dijo entonces un policía capitalino a una de las personas que lo cuestionaban.
A un costado, Estela Castañeda lloraba y reclamaba: “No me han dicho nada, mi hermana es enfermera, le tocó trabajar y salía en la mañana”.
José Manríquez, un joven de 22 años, compartía la preocupación. Su esposa, Edith Castellaños, había dado a luz horas antes y se quedó en el hospital mientras él fue a casa a descansar y por cosas para su bebé. Pañalera en brazos, Manríquez caminaba y decía: “No me voy a ir hasta que me digan algo”.
Horas después, personal de Protección Civil comenzó a acercarse a los familiares para reunirlos en una escuela, mientras el servicio Locatel publicó una lista de los heridos y los centros médicos a los que habían sido enviados.
De manera similar, trabajadores del hospital que apenas estaban por empezar su turno hacían listados y preguntaban por sus compañeros que estaban dentro al momento del siniestro.
“Me siento triste porque varios al parecer resultaron quemados y hay otros a los que todavía no encuentran”, dijo Diana Morgan, una enfermera que buscaba a sus colegas. “Mónica, Ana Lilia…”, fueron los primeros nombres que llegaron a su mente.
Luego de que cerca de 70% del edificio quedara colapsado, policías locales y federales, bomberos, elementos de la Cruz Roja y soldados montaron un cerco en la calle para permitir el inicio de las tareas de búsqueda y rescate de personas atrapadas entre los escombros, encabezadas por binomios caninos.
Asimismo, los vecinos empezaron a organizarse para apoyar en esas labores.
“Yo tengo dos garrafones, si quieren pueden usarlos”, dijo una vecina a los rescatistas.
Por su parte, la familia de Ayala comenzó a preparar comida. “Hay que ayudar de alguna forma”, comentó la mujer.
Hacia las 17:00 horas seguían los trabajos de búsqueda y rescate, apoyados por una excavadora para remover los escombros.
Mientras tanto, según las autoridades capitalinas, los tres operadores de la pipa siniestrada estaban detenidos, los familiares de los heridos se mantenían en hospitales esperando noticias de sus allegados y el jefe de gobierno del DF, Miguel íngel Mancera, aseguraba que buscará que la empresa se haga responsable de los hechos.
“Vamos a trabajar para que, con todo el peso de la ley, a la compañía de gas se le haga responsable de todos y ca