Muchas de ellas no tienen antecedentes penales, su primer delito fue caer en el último eslabón del narcotráfico para subsistir económicamente.

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Marí­a necesitaba dinero para su hijo que padece parálisis cerebral, y un vecino aceptó ayudarla a cambio de un “encargo”: llevar marihuana a la capital. Sin dimensionar la gravedad del delito, esta humilde mexicana aceptó y ahora purga una pena de 10 años en prisión.

Era la primera vez que lo hací­a y Marí­a ―nombre falso por seguridad de esta madre soltera de Chiapas― lo vio como un “ingreso para subsistir”, según recoge la organización Equis, que el año pasado entrevistó a 10 mujeres encarceladas en Oaxaca (sur) por posesión, venta y transporte de cannabis.

Sus perfiles son parecidos: mujeres pobres, muchas sin estudios, ví­ctimas de contextos violentos y con hijos dependientes de ellas que se involucran en el eslabón más bajo del narcotráfico ―generalmente para ser mulas― muchas veces por un familiar.

“Es muy lamentable lo duro que ha sido para una mamá que hoy está en prisión porque a lo mejor la encontraron consumiendo marihuana o con una cantidad mayor a la que está permitida legalmente”, dijo la semana pasada el presidente Enrique Peña Nieto al presentar al Senado una propuesta para legalizar el cannabis medicinal y aumentar de 5 a 28 gramos la cantidad legal que se puede portar.

En un giro a la polí­tica prohibicionista en un paí­s azotado por la violencia del narcotráfico, Peña Nieto aseguró que uno de sus objetivos es despenalizar el consumo de la planta y se comprometió a que “queden en libertad” quienes estén procesados o sentenciados por tener menos de 28 gramos, haciendo énfasis en las penas “auténticamente desproporcionadas” a mujeres.

AFP contactó a la presidencia mexicana para tener más detalles de esta iniciativa, que podrí­a ayudar a descongestionar las sobrepobladas cárceles del paí­s, pero la dependencia no quiso hacer comentarios.

La propuesta se queda corta

“Muchas mujeres están detenidas por transporte de marihuana, no por consumo. Entonces, grosso modo, no creo que sea un gran cambio para ellas. Habrí­a que regular más allá y pensar en medidas alternativas a la cárcel”, estima Isabel Blas, de Equis, una ONG mexicana que colabora con la Washington Office on Latin America (WOLA).

Peña Nieto, de hecho, se comprometió recientemente a privilegiar alternativas al encarcelamiento que incorporen una perspectiva de género.

Es justo la petición que Marí­a hizo a su juez, preocupada por su hijo con parálisis.

Le dije “si me podí­a dar otra manera de sanción o arresto domiciliario o venir dí­as acá para poder estar llevando a mi hijo a rehabilitación… y me dijo que el niño no tiene nada que ver”, según su testimonio en el trabajo de campo de Equis.

Otra mujer en una situación parecida es Ana, una ama de casa que en 2015 cumplí­a un año y medio de prisión preventiva acusada de posesión de marihuana con fines de comercio después de que policí­as registraran su casa buscando a su pareja, presunto vendedor de drogas, y no lo encontraran.

“¿Cómo voy a denunciar al padre de mis hijas a pesar de lo que ha sido? Yo crecí­ sin papá y no quiero eso para ellas”, expresó Ana.

Entre las 10 mujeres entrevistadas por Equis hay tres analfabetas de más de 50 años.

“Si hubiera apoyo al campo…”

Rosa Julia Leyva, una mujer de 52 años de la sierra de Guerrero, compartió celda con siete mujeres encarceladas por marihuana en los más de 12 años que estuvo presa por haber transportado heroí­na. Ella asegura ser ví­ctima de unos conocidos que la “engañaron”.

Muchas, como ella, no hablaban español. “Si esa gente, como yo, no hubieran tenido aislamiento sociocultural, si hubiera apoyo al campo, la gente no estarí­a sembrando amapola y marihuana”, dice a la AFP Leyva, convertida ahora en activista.

Un 80% de las mujeres encarceladas lo están por delitos relacionados con las drogas. Son mujeres sin antecedentes penales que están acusadas por un solo delito y que en un 91.6% de los casos no llevaba armas, según la Primera Encuesta en Prisiones Federales realizada por el Centro de Investigaciones y Docencia Económicas (CIDE) en 2012.

Para Catalina Pérez, coordinadora de esta encuesta, “es una buena cosa que el presidente hable de acabar con penas injustas pero, a largo plazo, hay que cambiar también las prácticas policiales” de detención.

Entre 2006 y 2014, un 73.3% de los detenidos por delitos contra la salud a nivel federal fue por posesión y consumo de alguna sustancia ilí­cita (332,182 personas), según cifras de la Procuradurí­a General de la República (PGR) entregadas al Centro de Investigación y Docencia Económicas (CIDE).

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