Enrique Pena Nieto looks on during his speech in the presentation of the fiscal reform at Los Pinos presidential residence in Mexico CityWashington DC.- Durante un año de gobierno, la administración que encabeza Enrique Peña Nieto no ha dado resultados frente a las violaciones de derechos humanos ocurridas en México en los últimos años, y persiste la impunidad, expresó José Miguel Vivanco, director de la División de las Américas de Human Rights Watch, en una carta dirigida al mandatario.
El cambio en la estrategia de derechos humanos continúa siendo, en gran medida, exclusivamente retórico, apuntó Vivanco.
“Cuando la situación de la violencia ha requerido una intervención federal, su estrategia pareciera haber sido prácticamente indistinguible de la de su predecesor (Felipe Calderón)”, criticó sobre el gobierno de Peña Nieto.
“Por ejemplo, ha dispuesto el enví­o de miles de soldados a Michoacán. Estos soldados se unen a miles de otros asignados a operativos contra el narcotráfico en todo el paí­s, quienes no han recibido una misión clara (salvo una directiva imprecisa de restablecer la seguridad), no tienen plazos claros con respecto a cuándo deberán retirarse, y cuentan con una supervisión civil insuficiente”, agregó.
Human Rights Watch también señala falta de resultados para acabar con la crisis de desapariciones tras el gobierno de Calderón (2006-2012), y las condiciones de riesgo e impunidad persistentes para los periodistas y defensores de derechos humanos en el paí­s.
En cambio, consideró como “medidas positivas” la promulgación de la Ley General de Ví­ctimas, aunque “aún no se ha adoptado la correspondiente ley reglamentaria”.
La Presidencia de México, indicó que por el momento no hay una respuesta a esta carta.
Esta es la carta completa enviada a Peña Nieto:

Washington D.C., 26 de noviembre de 2013

Excmo. Señor Presidente Peña Nieto:

A pocos dí­as que concluya el primer año de su sexenio, tengo el honor de dirigirme a S.E. para manifestar nuestra profunda preocupación debido a que no se han registrado resultados frente a las graves violaciones de derechos humanos ocurridas en México en los últimos años.

Cuando S.E. asumió la presidencia, México estaba sumido en una crisis de derechos humanos, y existí­a una impunidad casi absoluta por abusos generalizados – incluidas torturas, ejecuciones extrajudiciales y desapariciones forzadas – cometidos por miembros de las fuerzas de seguridad en el contexto de operaciones contra la delincuencia organizada.

S.E. ha señalado reiteradamente que los derechos humanos son un tema prioritario para su gobierno. En el discurso que pronunció al asumir la presidencia, se comprometió a “hacer realidad los derechos humanos que reconoce [la] Constitución [de México]”. El “Pacto por México” expresó el compromiso de convertir el respeto de los derechos humanos en una “polí­tica de Estado”, y, el primer dí­a de su mandato, emitió una directiva dirigida a las fuerzas armadas que “prohí­be el uso de la tortura, tratos crueles, inhumanos y/o degradantes en toda diligencia o actuación”, según su administración.

Cuando asumió en diciembre de 2012, le dirigí­ una comunicación pública en nombre de Human Rights Watch, instándole a que acompañara estas declaraciones con un plan de acción concreto y detallado para dar respuesta a los problemas de derechos humanos que heredó su gobierno. Aclaramos que entendí­amos que se trataba de problemas complejos y de difí­cil solución que no se atribuí­an a su gobierno, y que llevarí­a cierto tiempo resolverlos. También advertimos que la amenaza para la seguridad pública que representa la delincuencia organizada es genuina y no ficticia y que al gobierno le incumbe la responsabilidad de proteger a los ciudadanos frente a estos grupos.

En el último año, su gobierno ha adoptado algunas medidas positivas en materia de derechos humanos. Promulgó una Ley General de Ví­ctimas para ofrecer justicia y resarcimiento a ví­ctimas de delitos, pero aún no se ha adoptado la correspondiente ley reglamentaria. Su gobierno reconoció la magnitud del problema de las desapariciones, y conformó una unidad de investigación dedicada exclusivamente a estos delitos. Su gobierno afirmó estar trabajando en la definición de un Programa Nacional de Derechos Humanos, si bien aún no trascendieron los pormenores de este proyecto.

No obstante, a casi un año de gobierno, el cambio en su estrategia de derechos humanos continúa siendo, en gran medida, exclusivamente retórico. Su gobierno no ha mostrado avances significativos en la investigación de abusos del pasado, y se continúan produciendo nuevas violaciones graves de derechos humanos con impunidad.

Nuevos abusos cometidos por miembros de las fuerzas de seguridad

Human Rights Watch ha identificado casos que demuestran que militares y policí­as continúan cometiendo graves abusos de manera impune durante su presidencia. Estos hechos incluyen desapariciones forzadas, ejecuciones extrajudiciales y torturas en estados en todo el paí­s, perpetradas por miembros de todas las fuerzas de seguridad en el ámbito federal, estatal y municipal.

Entre estos casos se incluye el de Armando Humberto del Bosque Villarreal, detenido el 3 de agosto por miembros de la Marina cerca de Nuevo Laredo, Tamaulipas. Su padre presenció la detención e informó haber hablado con un capitán de Marina, quien le aseguró que Armando serí­a liberado en breve, pero posteriormente el capitán negó que la detención hubiera ocurrido. El cuerpo de Armando fue hallado el 3 de octubre a pocos kilómetros de un cuartel de la Marina.

Otro ejemplo es el asesinato de tres dirigentes campesinos en Guerrero, que fueron encontrados muertos el 3 de junio, tras ser llevados contra su voluntad junto con otras cinco personas el 30 de mayo. El dí­a previo a la fecha en que fueron llevados, miembros del movimiento social a la cual pertenecí­an habí­an presentado una denuncia formal ante las autoridades expresando su temor de que el alcalde y el jefe de policí­a municipal pudieran ordenar su asesinato. Un testigo que sobrevivió a los hechos indicó en una declaración que el alcalde y el jefe de policí­a visitaron el lugar donde él y las demás personas en cautiverio se encontraban detenidas, y el alcalde ordenó que fueran torturados.

A pesar de evidencias que señalan la participación de agentes estatales, ningún funcionario ha sido consignado en estos casos.

Su administración aún no ha dado los pasos necesarios para hacer cumplir la prohibición del uso de pruebas obtenidas bajo tortura, entre ellos mejorar la implementación del nuevo sistema de justicia penal, y la práctica de tortura persiste en algunas partes del paí­s a pesar de esa reforma amplia para proteger los derechos básicos.

Se mantiene una estrategia de seguridad que no ha dado resultados

Al inicio de su gobierno, S.E. reconoció que la estrategia para hacer frente a la delincuencia organizada “debe cambiar”. Diversos miembros de su gobierno han coincidido en sus crí­ticas a la llamada “guerra contra el narcotráfico” impulsada por el ex Presidente Felipe Calderón – que no consiguió reducir la violencia y provocó un aumento dramático en violaciones de derechos humanos. No obstante, si bien ha señalado reiteradamente que la prioridad de su estrategia de seguridad es reducir la violencia, hasta ahora no ha definido un plan concreto sobre cómo lograr este objetivo.

Por el contrario, cuando la situación de la violencia ha requerido una intervención federal, su estrategia pareciera haber sido prácticamente indistinguible de la de su predecesor. Por ejemplo, ha dispuesto el enví­o de miles de soldados a Michoacán. Estos soldados se unen a miles de otros asignados a operativos contra el narcotráfico en todo el paí­s, quienes no han recibido una misión clara (salvo una directiva imprecisa de restablecer la seguridad), no tienen plazos claros con respecto a cuándo deberán retirarse, y cuentan con una supervisión civil insuficiente.

Como quedó demostrado en el mandato de su antecesor, las fuerzas armadas por sí­ solas no pueden restablecer el estado de derecho ni brindar seguridad ciudadana en forma duradera, especialmente si hay soldados que cometen habitualmente violaciones de derechos humanos, lo cual exacerba el clima de caos y debilita la confianza pública en la autoridad.

La presunción de culpabilidad

Durante su gobierno también ha continuado una práctica del gobierno de Calderón que consiste en referirse despectivamente a ví­ctimas de violencia acusándolas de delincuentes, sin ninguna evidencia que lo demuestre. En efecto, su gobierno ha emitido varios comunicados de prensa en los cuales se informa la cantidad de asesinatos “relacionados a delitos federales” y se señala que la gran mayorí­a de estas ví­ctimas son “presuntamente responsables de hechos ilí­citos”. En julio, por ejemplo, su gobierno informó que de 869 ví­ctimas de homicidios relacionados a delitos federales en junio, 830 presuntamente eran responsables de delitos. Ante la ausencia de investigaciones rigurosas y objetivas, esta calificación contraviene la presunción de inocencia. Además, podrí­a transmitir el mensaje de que estos homicidios no merecen ser investigados, cuando en realidad el estado tiene la obligación de prevenir y sancionar la violencia contra sus ciudadanos, independientemente de si pueden estar involucrados en hechos criminales.

En su exposición al Senado el mes de noviembre pasado, el Secretario de Gobernación Miguel Osorio Chong indicó que el exhibición de presuntos delincuentes frente a los medios, promovido por el gobierno de Calderón, “nos llev[ó] a que muchos de estos criminales tuvieran que salir, porque se les afectaban sus derechos humanos”, y añadió “y yo creo que no sea porque no sean criminales, algunos o muchos”. Este tipo de comentarios generan dudas acerca del compromiso con los derechos humanos manifestado por el gobierno, sugieren que se interponen a la búsqueda de justicia al proteger a delincuentes, y dan por supuesta la culpabilidad de personas que nunca fueron condenadas por delitos. El Secretario de Gobernación amplió su exposición e hizo alusión a “un caso muy sonado, hace poquito” que encajaba en este patrón, y podrí­a interpretarse que con este comentario se refirió a la liberación ordenada por la Suprema Corte de Israel Arzate Meléndez, ocurrida dos dí­as antes, que recibió amplia cobertura en los medios de comunicación. Arzate fue torturado por militares para que confesara haber participado en un homicidio múltiple, y permaneció en prisión más de tres años. Human Rights Watch comprobó que la única evidencia contra Arzate surgí­a de la confesión nula que habí­a realizado, y de su posterior presentación como autor del hecho.

No se ofrece respuesta a la crisis de desapariciones

El informe publicado por Human Rights Watch en febrero de 2013, titulado “Los desaparecidos de México”, documentó la participación de miembros de las fuerzas de seguridad en numerosos casos de desapariciones, y ofreció ejemplos de que las autoridades rutinariamente no investigaban los casos ni buscaban a las personas desaparecidas. Instamos en ese momento a su gobierno a que abordara esta crisis, mejorara la respuesta a nuevos casos y adoptara medidas para garantizar que las desapariciones del pasado se investigaran en forma adecuada. Explicamos claramente que una desaparición forzada constituye un delito permanente conforme a los tratados internacionales de derechos humanos en tanto persiste en el tiempo y continúa causando sufrimiento a los familiares de la ví­ctima mientras se desconoce o se oculta el paradero de la persona ausente. Esto evidencia la particular urgencia de impulsar una investigación oportuna y exhaustiva de estos delitos.

Tras la difusión del informe, su gobierno reconoció la existencia de una lista – elaborada por el gobierno anterior – de más de 26.000 personas que habí­an sido denunciadas como desaparecidas o extraviadas, y manifestó que se proponí­a “depurar” muchos casos que ya habí­an sido resueltos. Su gobierno creó, en el ámbito de la Procuradurí­a General de la República (PGR), una unidad dedicada a estos casos y propuso reformar el Código Penal Federal para adecuar la definición de desaparición forzada a los tratados internacionales de derechos humanos.

No obstante, su gobierno no ha publicado una metodologí­a para revisar la lista de personas desaparecidas, ni ha creado un registro nacional de restos humanos no identificados. En muchas regiones del paí­s, las autoridades continúan demorando las investigaciones y búsquedas de personas desaparecidas, omiten pasos de investigación básicos y señalan sin ningún fundamento que las ví­ctimas estaban vinculadas con la delincuencia organizada. Sobre el particular, el Subprocurador de Derechos Humanos, Ricardo Garcí­a Cervantes, advirtió en declaraciones públicas que la respuesta del gobierno a esta “crisis humanitaria” no mostraba compromiso, y que para el actual gobierno la búsqueda de personas desaparecidas habí­a “perdido prioridad, desgraciadamente”.

Human Rights Watch se ha reunido en cuatro ocasiones con representantes de la unidad de la Procuradurí­a General de la República que se creó recientemente para investigar desapariciones, y comprobó que los casos avanzan con una lentitud alarmante y que existen graves omisiones en las medidas que adopta. En ninguno de los casos citados en nuestro informe de febrero que están a cargo de esta unidad se han consignado a agentes estatales en relación con desapariciones forzadas. A su vez, la unidad no cuenta con recursos suficientes para tramitar todos los casos de desapariciones a nivel federal, y no existen criterios claros con respecto a qué casos toma a su cargo.

No se investigan adecuadamente casos de abusos del pasado
Su gobierno no ha demostrado avances significativos en la investigación de casos pasados de desapariciones forzadas, torturas y ejecuciones extrajudiciales.

Un ejemplo es la desaparición forzada de Jehú Abraham Sepúlveda Garza, que fue detenido por policí­as de tránsito en Nuevo León en noviembre de 2010, y entregado primero a policí­as ministeriales y luego a la Marina. Ningún funcionario ha sido sentenciado en el caso, a pesar de que Human Rights Watch y la Comisión Nacional de los Derechos Humanos encontraron evidencias convincentes de que Sepúlveda habí­a desaparecido a manos de agentes del Estado.

Tampoco hubo funcionarios consignados en uno de los casos mencionados en la carta que enviamos a pocos dí­as de que asumiera la presidencia, sobre cuatro hombres en Baja California que fueron detenidos arbitrariamente en junio de 2009 y torturados en una base del Ejército hasta que accedieron a firmar confesiones. Los hombres aún continúan detenidos a la espera de una sentencia sobre los cargos penales contra ellos, se les ha negado atención médica y psicológica adecuada, y presentan graves lesiones a causa de las torturas sufridas. El caso ha sido aceptado por el Comité contra la Tortura de la ONU.

De manera similar, los agentes de la PGR no han demostrado avances en la investigación de los conocidos casos de ejecución extrajudicial de dos estudiantes del Tecnológico de Monterrey en marzo de 2010, o de los niños Almanza, de 5 y 9 años, ocurrido en abril de ese año en Tamaulipas. En ambos sucesos, miembros del Ejército dispararon contra civiles que no estaban armados y luego manipularon el lugar de los hechos.

Impunidad de abusos militares

En diversas sentencias, la Corte Interamericana de Derechos Humanos y la Suprema Corte de Justicia de la Nación han determinado que todos los casos de presuntas violaciones de derechos humanos de civiles cometidas por militares debí­an ser investigados y juzgados en la justicia penal ordinaria, y varios miembros de su gobierno han reconocido que este estándar debe ser cumplido.

Sin embargo, nos preocupan profundamente los intentos que han procurado debilitar un alentador proyecto de reforma del Código de Justicia Militar, que actualmente está siendo considerado por la Comisión de Justicia del Senado, al punto tal que posiblemente ya no se adecue al estándar establecido en los pronunciamientos de estos tribunales. El gobierno de S.E. no ha presentado un proyecto legislativo que cumpla con dicho estándar, ni tampoco ha expresado su apoyo a algún proyecto que persiga este objeto, lo cual podrí­a interpretarse razonablemente como evidencia que no considera prioritario el tema.

El gobierno de S.E. ha señalado, asimismo, que más de 500 causas han sido remitidas de la justicia militar a la justicia penal ordinaria, pero no ha proporcionado una lista que indique cuáles son estos casos, lo cual permitirí­a su verificación. De ser cierto que estas causas fueron transferidas, representarí­an solamente un porcentaje í­nfimo de las más de 5.600 investigaciones de presuntos abusos cometidos contra civiles por soldados que fueron iniciadas por la Procuradurí­a General de Justicia Militar entre enero de 2007 y mediados de 2013, según datos oficiales obtenidos a través de pedidos de información pública. Asimismo, el traspaso de casos individuales a la justicia penal ordinaria en forma ad hoc no ofrece una solución duradera ni sistémica a este problema.

Persisten los riesgos para periodistas y defensores de derechos humanos

Periodistas y defensores de derechos humanos en México continúan enfrentando graves riesgos debido al trabajo que realizan. El Mecanismo de Protección para Personas Defensoras de Derechos Humanos y Periodistas, creado a nivel federal por el gobierno anterior, representa una iniciativa importante y es sin duda meritorio que su gobierno lo haya implementado con la participación de la sociedad civil. Sin embargo, la posibilidad de que cumpla su mandato se ha diluido gravemente debido a falta de fondos y apoyo polí­tico a todos niveles de gobierno, dos elementos trascendentales para que el mecanismo se convierta en una herramienta confiable y obtenga la confianza de aquellos a quienes deberí­a proteger.

Human Rights Watch entrevistó a varios periodistas y defensores de derechos humanos que han solicitado medidas de protección a través del mecanismo en el último año, además de representantes de la sociedad civil que integran la Junta de Gobierno y el Consejo Consultivo del mecanismo, y a funcionarios gubernamentales. Concluimos que el proceso para evaluar riesgos y dictar medidas de protección registraba serias demoras, a veces de varios meses. En los casos en que se dictaron medidas de protección, muchas veces fueron inadecuadas, hubo demoras en su adopción o no fueron implementadas plenamente por las autoridades locales. Debido a retardos en la ejecución del presupuesto operativo para el mecanismo, han faltado recursos que pudieran dedicarse al diseño y la disposición de medidas de seguridad a largo plazo, no se brindó asistencia de manera uniforme a periodistas y defensores de derechos humanos desplazados, y no hubo continuidad en la atención de los casos.

Es momento de adoptar un nuevo enfoque

La crisis de derechos humanos en México aún no ha terminado. A pesar de ello, en el primer año de su sexenio S.E. ofreció escasas evidencias de que esté dispuesto a avanzar más allá de compromisos retóricos y adoptar medidas concretas para poner freno a los abusos generalizados que distinguieron a la “guerra contra el narcotráfico” impulsada por su predecesor, los cuales aún persisten y continúan impunes en la actualidad.

Cualquier argumento que sugiera que es posible relegar los esfuerzos por mejorar las condiciones de derechos humanos, a la atención de reformas polí­ticas consideradas prioritarias por su gobierno – o peor aún, que las obligaciones en derechos humanos podrí­an ser subordinadas para lograr apoyo polí­tico en favor de las mencionadas reformas – no sólo evidenciarí­a la falta de compromiso con esta causa, sino que además representarí­a un grave incumplimiento de las obligaciones jurí­dicas de México conforme a su Constitución y los tratados internacionales.

Evitar que se cometan nuevas violaciones de derechos humanos requiere investigar aquellas cometidas en el pasado. Con cinco años de mandato por delante, S.E. tendrá tiempo razonable para revertir el curso, fomentar la justicia por los abusos del pasado y demostrar un compromiso verdadero con la prevención de nuevos hechos. Cuanto más tiempo espere para abordar estos abusos, más arraigadas estarán esas prácticas y más difí­cil será erradicarlas.

Aprovecho la oportunidad para expresar a S.E. mis sentimientos de la más alta consideración y estima.

José Miguel Vivanco
Director
Human Rights Watch

Información de CNN

 

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