1417164989_567424_1417188705_noticia_fotogramaLos viajes del papa Francisco suelen estar repletos de actos, discursos y encuentros con las autoridades civiles y religiosas. El que ha iniciado este viernes en Turquí­a, no. La agenda de Jorge Mario Bergoglio en un paí­s en el que más del 97% de sus 76 millones de habitantes es musulmán y los católicos apenas representan un 0,07% —según datos del Vaticano— aparece llamativamente vací­a. La razón que apuntan diversas fuentes es que el Papa aceptó la invitación del patriarca Bartolomé —con la obligada, aunque no demasiado deseada, visita de cortesí­a al presidente Recep Tayyip Erdogan— con la esperanza de poder realizar un gesto a favor del millón y medio de refugiados que malviven en la frontera de Turquí­a con Irak y Siria.

Aunque al final todo parece indicar que no será posible, Francisco lanzó un anuncio al grupo autodenominado Estado Islámico (IS) a través de su mensaje siempre enfocado a la paz y al diálogo. “Hoy, tristemente, somos testigos de graves conflictos. En Siria y en Irak, especialmente, la violencia terrorista no da signos de declinar (…) El diálogo interreligioso e intercultural puede hacer una contribución importante para terminar con todas las formas de fundamentalismo y terrorismo”, dijo Francisco en la comparecencia conjunta con el presidente Erdogan en Ankara.

En referencia a la amenaza del Estado Islámico en los paí­ses vecinos de Turquí­a, el pontí­fice declaró: “Es lí­cito, siempre que se respete la ley internacional, detener una agresión injusta (…), lo que se necesita es un compromiso concertado por parte de todos para activar recursos destinados no a la guerra, sino a las otras nobles batallas de la humanidad: la lucha contra el hambre y la enfermedad”, dijo.

En el avión que le llevó a Ankara (donde aterrizó a mediodí­a) afirmó que Turquí­a “es en estos momentos testimonio de ayuda a los refugiados de las zonas en conflicto”, informa Efe. Su visita al paí­s es una “actividad religiosa y humanitaria”, añadió.

Si no surge la posibilidad de un encuentro directo con los refugiados —salvo con los muchachos procedentes de Siria e Irak que estudian en un colegio salesiano de Estambul—, la agenda del Papa es más bien triste, aunque no por ello exenta de polémica. A primera hora de la tarde, Bergoglio visitó el mausoleo dedicado al fundador de la Turquí­a moderna, Mustafá Kemal Atatí¼rk, y de allí­ se dirigió al nuevo palacio presidencial, donde pronunció un discurso —el único del dí­a— ante Erdogan y las primeras autoridades turcas.

El problema es que el Papa ha tenido el dudoso honor de convertirse en el primer jefe de Estado que visita el llamado Palacio Blanco, un monumento al lujo que se levanta sobre un solar de 200.000 metros cuadrados, dispone de más de 1.000 habitaciones y ha costado más de 350 millones de euros. Diversos colectivos, entre los que se encuentran arquitectos y ecologistas, solicitaron a Bergoglio que no legitimara con su presencia un dispendio de tal calibre.

El Papa pernoctará en Ankara y volará por la mañana a Estambul, donde visitará el museo de Santa Sofí­a, la mezquita azul y la catedral católica del Espí­ritu Santo —donde celebrará una misa— para más tarde encontrarse en privado con el patriarca Bartolomé I. El domingo por la mañana celebrará una misa en privado en la Delegación Apostólica y por la tarde pronunciará un discurso y cerrará el viaje firmando una declaración conjunta con el patriarca ortodoxo. Pero nadie descarta que los espacios en blanco de los tres dí­as del papa Francisco en Turquí­a hayan sido dejados así­ a propósito para permitir cualquier iniciativa de última hora, como la que en Tierra Santa urdió para que las máximas autoridades de Israel y Palestina se reunieran con él en Vaticano para rezar juntos por la paz.

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