“Fue antes de que yo mismo me imaginara como candidato”. Se llama Grupo de Puebla y comenzó a fraguarse hace años en la mente de Alberto Fernández, presidente electo argentino y principal instigador de este nuevo club de mandatarios y ex presidentes decididos a fortalecer la opción progresista en el continente, tras el giro a la derecha registrado desde 2015.
Estos días se reúnen por segunda vez en Buenos Aires, con el anfitrión de moda en la política regional empeñado en convertir la nueva instancia multilateral en “un lugar de reflexión y de intercambio para devolver la equidad perdida a América Latina“, que además ha elegido como lema para su debates “el cambio es el progresismo”.
“No estamos hablando en el Grupo de Puebla de generar una referencia ideológica que se enfrente a nadie, sino que planteamos alternativas para la igualdad social en América Latina”, señaló el peronista Fernández durante su viaje a México para sellar su alianza con Andrés Manuel López Obrador. En sus palabras aparece el mensaje que desde hace tiempo mantiene el fundador del grupo, el socialista chileno Marco Enríquez-Ominami, que suele acompañar a Fernández y que celebró su victoria por todo lo alto.
De cara al público, el líder peronista huye de la polarización que desde hace años se ha consolidado en la política continental, influida al máximo por la postura que se toma frente a la revolución chavista de Venezuela. Al margen de la vulneración constante de los derechos humanos, la enorme diáspora que huye de Venezuela (sobrepasará los seis millones de personas el año que viene) se ha convertido en el principal reto continental.
El Grupo de Puebla no es revolucionario ni bolivariano, ni él participan Cuba ni Venezuela. Pero parte de sus miembros son defensores directos del chavismo o al menos sus propuestas políticas van dirigidas a blanquear a Maduro para que el “hijo de Chávez” se mantenga en el poder sin mayor obstáculo.
“Su objetivo parece ser la reivindicación histórica de los gobiernos progresistas. Así como las organizaciones regionales latinoamericanas son clubes de presidentes que buscan blindarse mutuamente, en este club de ex presidentes ellos buscan la libertad y el regreso. El Grupo de Lima reúne estados y el de Puebla individuos, es el liberalismo de los poderosos”, reflexiona Andrés Malamud, politólogo argentino.
Precisamente en búsqueda de nuevas fórmulas para ayudar a la ola de refugiados criollos y para combatir al “presidente pueblo” se reunió ayer el Grupo de Lima en Brasil, el principal enemigo para parte de los que conforman el Grupo de Puebla. Como ya sucede desde 2013, Venezuela traza una frontera ideológica que además no es uniforme ni homogénea dentro de cada grupo, que se subdivide a la hora de tomar posturas a favor o en contra de la revolución bolivariana.
Parte de los miembros del grupo de Puebla son defensores directos del chavismo
Dos grupos que además compiten en distintos espacios con el Foro de Sao Paulo (partidos izquierdistas y organizaciones sociales), el Grupo Idea (ex presidentes en su mayoría conservadores pero que también da cabida a socialdemócratas, como Felipe González, Fernando Henrique Cardoso y Ricardo Lagos) y el Mecanismo de Montevideo, que apuesta por el diálogo para resolver la crisis venezolana. Negociaciones cuyo único interés para el chavismo es mantenerse en el poder.
La revolución chavista no participa en ninguna de las dos cumbres ni se la espera. Pero sin aparecer, su fantasma está presente e influye enormemente en ambas. “Un nuevo frente se levanta brillante en el horizonte de América Latina, progresista de avanzada, antineoliberal, que va a jugar un papel clave”, saludó Maduro desde La Habana a los líderes mexicano y argentino y al resto del Grupo de Puebla.
Agonizante la Unión Suramericana de Naciones (Unasur) e intranscendental la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (Celac), ambas creadas por Hugo Chávez a su imagen y semejanza, el mayor empeño del chavismo hoy es mantener al Foro de Sao Paulo y a su alianza del ALBA, en la que también aparece Cuba.
Los objetivos del Grupo de Puebla son muy distintos. En principio busca consolidarse con el viento a favor de la ola de protestas en Chile, Bolivia, Ecuador y Haití, un nuevo escenario que condiciona a todos los grupos de la región. La primera gran prueba de fuego para el Grupo de Puebla fue precisamente la incorporación del presidente López Obrador, quien no participó en la reunión inaugural en Puebla, pese a tratarse de una ciudad mexicana y con el guiño político que eso significaba. Tampoco estará AMLO hoy en Argentina, pero sí Maximiliano Reyes, su subsecretario de Estado para América Latina.
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Hasta grupo de WhatsApp usan para adelantar temas los 32 líderes de 12 países distintos, todos del continente con una excepción: José Luis Rodríguez Zapatero. El ex jefe del gobierno español, alineado con la revolución bolivariana, también mantiene relaciones estrechas con el Partido brasileño del Trabajo, el presidente boliviano Evo Morales y el ex presidente ecuatoriano Rafael Correa. Zapatero aprovechó su viaje americano para iniciar el curso “Democracia en América Latina” bajo el paraguas del Centro Latinoamericano de Estrategia Política (Celag), dirigida por el español Alfredo Serrano, quien fuera principal asesor de Maduro y una de las voces más influyentes cercanas a Podemos en el continente.
Será la ex presidenta Dilma Rousseff la incorporación de más peso a la reunión de Buenos Aires, en la que también participan los ex presidentes Fernando Lugo (Paraguay), Pepe Mujica (Uruguay), Ernesto Samper (Colombia) y el propio Correa. Daniel Martínez, candidato del Frente Amplio que se juega la presidencia en la segunda vuelta electoral del 24 de este mes, también acudirá a la cita de Buenos Aires, en busca del empujón que necesita para remontar en las encuestas.
Tampoco faltará el vicepresidente boliviano Álvaro García Linera, pese a la crisis política que sacude su país tras la denuncia de fraude electoral, que ya se ha cobrado tres vidas y suma más de 300 heridos en 16 días de protestas. Morales no forma parte directa del Grupo de Puebla, aunque se le considera parte del mismo.
“Quienes forman ambos grupos proceden, en su mayoría, de partidos que existen y actúan en democracia. La defensa de elecciones libres y justas, el derecho a ser oposición, al pluralismo y los derechos humanos debería ser un piso común desde donde abordar crisis como la de Venezuela”, advierte el politólogo Armando Chaguaceda, experto en las revoluciones cubana y venezolana.