fotonoticia_20140427140017_500Juan XXIII y Juan Pablo II han sido proclamados santos a las 10.15 horas de este domingo 27 de abril horario del Vaticano, en una ceremonia concelebrada por el Papa Francisco y el papa emérito Benedicto XVI, junto con 150 cardenales y 1.000 obispos. El acto, seguido por 800.000 peregrinos en Roma y 2.000 en todo el mundo, ya se conoce como la ceremonia de los cuatro papas.
Los peregrinos han comenzado a entrar en la Plaza de San Pedro hacia las 05.00 horas de la mañana, mientras que miembros de las 122 delegaciones extranjeras, con 24 jefes de Estado y 10 jefes de Gobienro, lo han hecho a las 09.00 horas. Los Reyes de España, han llegado hacia las 9.30 horas, con Doña Sofí­a de largo y de blanco, como corresponde a las reinas católicas.
Los tapices de Juan Pablo II y Juan XXIII colgaban en la fachada de la basí­lica de San Pedro, los mismos que se utilizaron en sus beatificaciones. Los dí­as que se han asignado para la veneración son el 11 de octubre para Juan XXIII y el 22 de octubre para Juan Pablo II. La ceremonia ha comenzado con una ligera lluvia, pero tras la proclamación ha salido el sol.

SALUDO ENTRE LOS PAPAS

A las 9.30 horas, llegaba a la Plaza de San Pedro el Papa emérito Benedicto XVI, recibido con una fuerte ovación, y se ha situado en el sector izquierdo, junto al resto de concelebrantes. El Papa Francisco ha acudido a saludarle al inicio de la ceremonia, fundiéndose en un cariñoso abrazo, así­ como al final, para estrecharle las manos, gesto que Benedicto XVI ha correspondido sonriente.
Tras la proclamación, durante la homilí­a, el Papa Francisco ha destacado que San Juan XXIII y San Juan Pablo II fueron dos “sacerdotes, obispos y papas del siglo XX”, que “conocieron las tragedias del SXX” pero “no se escandalizaron”.
Así­, el Pontí­fice ha destacado que Karol Wojtyla y Angelo Giuseppe Roncalli, “no se abrumaron” porque “fueron dos hombres valerosos, llenos de la fortaleza del Espí­ritu Santo, y que dieron testimonio ante la Iglesia y el mundo de la bondad de Dios, de su misericordia”.
Además, ha expresado que “tuvieron el valor de mirar las heridas de Jesús, de tocar sus manos llagadas y su costado traspasado” y que “no se avergonzaron de la carne de Cristo, ni se escandalizaron de él, ni de su cruz”.

MISERICORDIAprincipales-sintesis_SAN-PEDRO

   “Que estos dos nuevos santos pastores del Pueblo de Dios intercedan por la Iglesia, para que, durante estos dos años de camino sinodal, sea dócil al Espí­ritu Santo en el servicio pastoral a la familia. Que ambos nos enseñen a no escandalizarnos de las llagas de Cristo, a adentrarnos en el misterio de la misericordia divina que siempre espera, siempre perdona, porque siempre ama”, ha destacado.
El Concilio Vaticano II y sus resultados ecuménicos han centrado gran parte de la homilí­a. Francisco ha destacado que Juan XXIII y Juan Pablo II “colaboraron con el Espí­ritu Santo para restaurar y actualizar la Iglesia según su fisionomí­a originaria, la fisionomí­a que le dieron los santos a lo largo de los siglos”. Así­, ha advertido de que no hay que olvidar que son “los santos quienes llevan adelante y hacen crecer la Iglesia”.
Ha puesto de manifiesto que al convocar el Concilio, Juan XXIII “demostró una delicada docilidad al Espí­ritu Santo, se dejó conducir y fue para la Iglesia un pastor, un guí­a-guiado”. Sobre Juan Pablo II ha dicho que en ese camino conciliar “fue el Papa de la familia”, momento en el que los peregrinos han empezado a aplaudir, y se ha mostrado feliz de comentarlo en un momento importante para la Iglesia porque está viviendo “un camino sinodal sobre la familia y con las familias, un camino que él, desde el Cielo, ciertamente acompaña y sostiene”.

CONTEMPLATIVOS

   También ha asegurado que eran “hombres contemplativos de las llagas de Cristo y testigos de su misericordia”, al tiempo que ha reseñado que en ellos habí­a “esperanza viva”, junto a un “gozo inefable y radiante”, esperanza y gozo ha explicado que “Cristo resucitado da a sus discí­pulos, y de los que nada ni nadie les podrá privar”.
Igualmente, ha hecho referencia a los primeros cristianos, que viví­an “la esencia del Evangelio, esto es, el amor, la misericordia, con simplicidad y fraternidad” y ha comentado que precisamente que esa era “la imagen de la Iglesia que el Concilio Vaticano II tuvo ante sí­”. Por eso, ha recordado que este domingo, “con el que se termina la octava de pascua están las llagas gloriosas de Cristo resucitado”.
El Papa ha explicado que “las llagas de Jesús son un escándalo para la fe”, pero que “son también la comprobación de la fe”. “No para creer que Dios existe, sino para creer que Dios es amor, misericordia, fidelidad”, ha agregado en este sentido.
A las 9.53 horas ha comenzado la Procesión de Ingreso. A las 10.00 horas de la mañana Francisco ha llegado al sagrato. La ceremonia ha seguido un rito simplificado, que cuenta con las reliquias de sangre y piel de Juan Pablo II y Juan XXIII, respectivamente. La misa en latí­n ha estado precedida por la coronilla de la Divina Misericordia, que se recita empleando el rosario, y por cantos interpretados por los coros de Roma, Bérgamo, Cracovia y el coro oficial de la Capilla Sixtina.
El acto ha comenzado con el canto de la Letaní­a de los Santos y, a continuación, el prefecto de la Congregación para las Causas de los Santos, el cardenal Angelo Amato, ha hecho tres peticiones al Pontí­fice para que inscriba a los beatos –en este caso, Juan Pablo II y Juan XXIII– en el libro de los Santos. Primero lo pide con “gran fuerza”, una vez más con “mayor fuerza” y, por último, con “grandí­sima fuerza”.
A continuación, el Santo Padre ha ejercicido toda su autoridad como cabeza de la Iglesia universal a través de una oración: “En honor de la Santí­sima Trinidad, por la exaltación de la fe católica y el incremento de la vida cristiana, con la autoridad de nuestro Señor Jesucristo y de los santos apóstoles Pedro y Pablo, después de haber reflexionado largamente e invocado la ayuda divina y escuchando el parecer de muchos de nuestros hermanos obispos, declaramos santos a Juan XXIII y a Juan Pablo II”.

YA ESTíN INSCRITOS

   Francisco ha continuado diciendo que les inscriben en el libro de los Santos y que establecen que sean venerados por toda la Iglesia. Y concluirá: “En nombre del Padre, del Hijo y del Espí­ritu Santo”.
Después, se han llevado hasta el altar los relicarios que contienen las reliquias de los santos, una ampolla de sangre en el caso de Juan Pablo II y un pedazo de piel desprendido durante la exhumación, en el caso de Juan XXIII. Concretamente, la reliquia de Roncalli la han portado familiares del santo, entre ellos, su sobrino nieto, mientras que la del Papa Wojtyla ha sido llevada por Floribeth Mora, la mujer de Costa Rica que se curó de un ictus milagrosamente al pedir la intercesión de Juan Pablo II. El Pontí­fice las ha besado. El evangelio se ha leí­do en  latí­n y griego.
El Pontí­fice ha dado las gracias a peregrinos, delegaciones extranjeras, autoridades italianas y periodistas por su presencia y, al terminar la ceremonia, ha saludado a las delegaciones extranjeras una por una. Al finalizar, ha recorrido en Papamóvil la Plaza de San Pedro y la Via de la Conciliazione, hasta que ha decidido bajarse para saludar a unos enfermos. Posteriormente, ha rezado el Regina Caelli. Está previsto que la Basí­lica de San Pedro abra a las 14.00 horas para que los fieles recen antes las tumbas de los santos.
Unos 10.000 agentes seguridad participan el dispositivo, junto a 26.000 voluntarios. Además, 2.259 periodistas de 64 paí­ses se han acreditado para el evento, además de los 500 acreditados permanentemente. La ceremonia también ha podido seguirse a través de 19 pantallas gigantes distribuidad por la ciudad de Roma.

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