EDITORIAL.- Dicen que la educación empieza en cada uno de nosotros, y que no hay nada más poderoso que una sociedad educada. Pero viendo algunos usuarios de redes sociales tengo que poner en tela de juicio precisamente lo instruido de nuestra generación.
Es preocupante cuando de la nada surgen cientos de personas preguntando el nombre de una paciente contagiada por una enfermedad.
En cuanto salen noticias o datos de contagios cerca de donde vivimos aparecen los primeros morbosos en busca del amarillismo y sensacionalismo más extremo.
Es preocupante cuando de la nada surgen cientos de personas preguntando el nombre de una paciente contagiada por una enfermedad.
Los medios con responsabilidad omitimos los generales de pacientes de enfermedades. ¿Por qué hacemos esto? Por varias razones de sentido común, aunque este sea el menos común de los sentidos.
Una persona que padece una enfermedad tiene todo el derecho de mantener su privacidad. Algunos enfurecidos comentarios en facebook quieren saber todos su datos “para saber si me tengo que cuidar”. Ya se lo digo yo, se tiene que cuidar. Da igual como se llame la paciente de COVID-19, usted debe cuidarse quedándose en casa. No importa donde ha estado el paciente o con quién se ha relacionado, si usted está en casa no tendrá problemas.
El problema real es que queremos saber nombre de la persona, colonia, dirección, porque no se está cumpliendo la cuarentena que solicitan las autoridades, o porque no se están tomando las medidas de sana distancia y limpieza de manos constante. A parte de por el apetito inherente al ser humano de regodearse en el mal ajeno. Pero seamos sinceros, ¿realmente la ciudadanía está haciendo de manera fehaciente la cuarentena?
Si usted lleva 20 días en casa sin salir, estoy seguro que no tendrá tanta inquietud por saber quién es la paciente. Y si sale porque su labor es indispensable pero cumple con las medidas de prevención, tampoco tendrá esa necesidad imperiosa de saber nombre y apellidos de los pacientes.
La segunda razón por la que no ponemos nombres en nuestras publicaciones (a no ser que la paciente voluntariamente lo publique) es porque debe existir un código deontológico para proteger a esa persona. En estos casos lo importante no es “quién”, sino el hecho en sí como elemento noticioso.
Hay que entender que muchos no conocen su nombre y aún así, se apresuran a buscar fotos de los pacientes, a contar historias a medias, a señalar con el dedo como si la persona fuera un apestado… Imaginen lo que ocurriría si fuera público y notorio.
Quién se haría responsable si algún vándalo, escudado en el anonimato, llegara a marcar con una diana su puerta para dejar claro donde viven los “infectados” (ya ha pasado en otras ciudades). Quién se hará responsable cuando señalen por la calle a los familiares. Quién será responsable cuando esas personas sean repudiados como ocurre en muchos lugares con las personas que trabajan en hospitales y centros de salud a los que incluso de combis los han bajado.
Mejor tengamos responsabilidad social y empatía. Seamos una sociedad a la que no le importe tanto quién está infectado y centrémonos más en protegernos entre todos quedándonos en casa.
El derecho a estar informado de cada uno de nosotros pasa por saber que efectivamente hay un caso positivo de Coronavirus en Sabinas, de una mujer de 46 años de edad.