De acuerdo con el Instituto Nacional de 
Salud Pública, la mayorí­a de las muertes ocurre en ancianos con enfermedades previas

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Tan sólo 13 ciudades concentran alrededor de 21 mil muertes relacionadas con la mala calidad del aire. Además de la Zona Metropolitana del Valle de México, lugares como Guadalajara, Monterrey, León, Juárez e Irapuato registran los mayores decesos que, según investigadores del Instituto Nacional de Salud Pública (INSP), pudieron haberse evitado.

De acuerdo con el estudio Plan Integral de Calidad del Aire, Beneficios sociales por mejorar la calidad del aire en México: impactos a la salud y su valoración económica, realizado por el INSP y el Centro Mario Molina, cuya copia tiene Excélsior, de manera especí­fica en la Zona Metropolitana del Valle de México se hubieran evitado 9 mil 638 muertes, en Monterrey 2 mil 956, en Guadalajara, 2 mil 21, en Mexicali mil 160, en Toluca 792, en Juárez 767, en León 716, en Chihuahua 545, en Puebla 497, en Tijuana 438, en Celaya 381, en Ensenada 205, en Irapuato 199 y en Salamanca 107, entre otras ciudades.

La zona del estudio, recientemente citado por Martí­n Gutiérrez Lacayo, coordinador ejecutivo de la Comisión Ambiental de la Megalópolis (CAMe), involucra en su conjunto a cerca de 35% de la población nacional, es decir, poco más de 42 millones de mexicanos en 13 ciudades, y los resultados no son extrapolables al resto del paí­s.

“Encontramos que la mayorí­a de estas muertes ocurre en adultos mayores que ya tienen una enfermedad previa que se les complica y de esas las principales son enfermedades pulmonares, cardiacas y en menor proporción enfermedades cerebrovasculares; ésas hacen la mayorí­a de estas muertes evitables, alrededor de 80%”, detalló Horacio Riojas, director de Salud Ambiental del Centro de Investigación en Salud Poblacional del INSP.

En entrevista, el investigador aclaró que la contaminación no mata por sí­ sola, pero sí­ es un factor que puede llevar a la muerte.

En términos prácticos, ejemplificó que la mala calidad del aire puede poner muy grave a un niño con asma o complicar la enfermedad cardiaca de un adulto provocándole un infarto, y terminar por matar a ambos.

De ahí­ que nunca se va a encontrar un certificado de defunción que diga: murió por contaminación.

Inquirido entonces sobre cómo es posible estimar que podrí­an haberse evitado casi 21 mil muertes, explicó que el cálculo se realiza combinando las muertes que ocurren en México, sus causas, y la asociación de los contaminantes con éstas a partir de diversos estudios que ya se han realizado tanto en nuestro paí­s como en otras partes del mundo y que señalan, por ejemplo, que cada diez microgramos por metro cúbico de partí­culas respirables aumentan 4% la mortalidad general.

“Por ejemplo, nosotros sabemos que la recomendación de la OMS es que el promedio anual de partí­culas PM10 sea 20 microgramos por metro cúbico, mientras que en la Ciudad de México tenemos un promedio anual de 50. Entonces si nosotros combinamos la información de la diferencia en la exposición con la incidencia de las enfermedades, y con cuánto de eso es atribuible a la contaminación, podemos obtener esta estimación”, expuso.

Es así­ como en el más reciente estudio realizado en el paí­s sobre el tema, los investigadores concluyeron —con base en la metodologí­a Evaluación del Impacto en Salud, que utiliza la OMS— que se podrí­an haber evitado casi 21 mil muertes si la calidad del aire hubiera sido la óptima, es decir, si se cumplieran escenarios de mejora de la calidad del aire de acuerdo con estándares de normas nacionales y lineamientos internacionales de la OMS.

“En términos claros son muertes que pudieron no haber ocurrido si hubiéramos tenido una buena calidad del aire”, aseguró Horacio Riojas.

El reporte revela además que la contaminación ambiental está dentro de los primeros 15 factores de riesgo atribuibles a causas de mortalidad en México, luego de factores tales como elevado nivel de glucosa en sangre, alto í­ndice de masa corporal, tabaquismo y diversos aspectos de la dieta, como consumo de carne procesada y bebidas azucaradas.

Pero advierte que a diferencia de los factores conductuales que están í­ntimamente relacionados con aspectos modificables o prevenibles por cada individuo mediante el cambio de hábitos alimenticios, los factores ambientales como la exposición a la contaminación por partí­culas no pueden ser directamente prevenidos por la población.

“La contaminación atmosférica, especí­ficamente, cobra relevancia como un factor de riesgo por el amplio alcance de su exposición, ya que si bien es menos aguda que la de otros factores de riesgo (como el tabaquismo o la contaminación en interiores), es más ubicua o extendida en la población”, concluye.

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