DIDAEDITORIAL.- El 10 de diciembre de 1948 fue aprobada la Declaración Universal de los Derechos Humanos. 50 años después, en 1998, esta efeméride marcaba la instauración del Dí­a Internacional por los Derechos Animales – International Animal Rights DayDesde entonces, cada 10 de diciembre marca un dí­a de reivindicación para que el respeto por los demás no se reduzca sólo a los seres humanos, sino que incluya a todos los seres con la posibilidad de sufrir y disfrutar. Ha recibido el apoyo de organizaciones provenientes de paí­ses de todo el mundo: Reino Unido, Holanda, Francia, la República Checa, Alemania, Polonia, Chipre, Canadá, Estados Unidos, México, Argentina, Brasil, India, Filipinas… Así­, esta fecha se ha convertido en un referente a lo largo de todo el planeta. Hasta ahora, las declaraciones en defensa de los animales (como la aprobada por la UNESCO o la ONU), no han pasado de ser más que tí­midas proclamaciones de intenciones que no sólo no han jugado ningún papel real, sino que ni siquiera han incluido en su redacción un auténtico compromiso con la causa de los derechos de los animales, llegando a asentir a su explotación para la satisfacción de intereses. Es necesaria una auténtica Declaración Universal de los Derechos Animales, con un contenido sustantivo y no reducido a una mera preocupación por su bienestar mientras se acepta la actividad que produce su sufrimiento psicofí­sico y su reducción a cosa. Los argumentos para ello son los siguientes:
Los animales son utilizados en los más variados ámbitos, como si se tratase de objetos a nuestra disposición. Son vistos como meros medios para la satisfacción de nuestros intereses. Legalmente, son considerados simples “bienes muebles”, objetos de propiedad. En el ámbito económico, como simples recursos de los que hacer uso. A nivel moral, se mantiene que carecen de intereses que hayan de ser tenidos en cuenta. Sin embargo, los animales son seres con una completa capacidad de sufrir y disfrutar, teniendo por tanto intereses propios.
El hecho de que no manifiesten determinadas capacidades intelectuales no puede ser de ninguna manera una razón para no tener tales intereses en cuenta. Esto conlleva la necesidad de que los animales posean una serie de derechos (a la vida, a la libertad, a no ser torturados…) Tales derechos de ningún modo se pueden reducir a una mera preocupación por el bienestar de éstos, sino que ha de tener un contenido sustantivo, real.
A la hora de poder experimentar padecimiento o bienestar, carece de importancia si podemos hablar o solucionar problemas matemáticos (capacidad de la que, como en el caso de los animales no humanos, carece toda una serie de seres humanos, como los niños pequeños). Por todo lo dicho, el especismo, la idea de que los intereses de un animal pueden ser minusvalorados simplemente en función de su especie, resulta una actitud tan reprobable como cualquier otra discriminación arbitraria.

ANIMA

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