gata-avils-musulmana-mexicana_624x351(CNNMéxico) —Entre el sonido de los automóviles de Polanco, una de las zonas de mayor circulación en la Ciudad de México, los rezos en árabe llenan las paredes de un edificio de tres niveles, donde al menos 200 personas se reúnen para orar en dirección a La Meca cada viernes, como marca el Corán.

ígata Avilés, una joven mexicana vestida con una falda larga negra y un velo negro mezclado con gris, se quita los zapatos antes de entrar al primer piso -que ocupan las mujeres y los niños-, y se une al grupo de unas 30 musulmanas, extranjeras y mexicanas, que escuchan el rezo sentadas sobre el tapete de oración.

Su primer llamado al islam lo escuchó a los 23 años, cuando al estudiar Filosofí­a en la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) leyó sobre la historia de la religión, y comenzó a preguntarse si existirí­a una comunidad en México a la qué acercarse, para resolver sus dudas.

“Yo siempre me consideré monoteí­sta. A pesar de que crecí­ católica, me llamó mucho la atención la vestimenta, la polí­tica, la historia y en especí­fico la comunidad, creo que fue curiosidad”, comentó la joven que hace siete meses abrazó la religión.

Su respuesta la encontró en internet, donde obtuvo la dirección del Centro Educativo de la Comunidad Musulmana A.C., en la capital mexicana.

Tras acudir a las oraciones, decidió convertirse, aún si eso implicaba ser la única que profesa el islam en su familia. Y aunque tuviera que hacer cambios en su vestimenta y en sus relaciones con los demás.

La oración empieza puntual, a las 14:00 horas. La mitad en árabe y la mitad en español. Los hombres ingresan por otra puerta para ocupar el segundo y tercer piso del centro, en que la oración resuena a través de unas bocinas.

En la zona de mujeres, un cartel explica las reglas de la vestimenta musulmana que siguen las hermanas de la comunidad: la ropa debe ser holgada y no estar perfumada. No debe ser ostentosa y puede usarse un pantalón si así­ se desea, pero debe ser debajo de una falda larga.

“Ahora lo que hago es usar el velo, lo uso todo el tiempo para trabajar, para salir a la calle, para ir a la tienda, todo el tiempo”, dice ígata.

Lo más difí­cil, explica, ha sido la constancia. Desde su conversión, ígata realiza las cinco oraciones diarias, las cuales combina con sus actividades como maestra particular de inglés, y con clases de idiomas a las que asiste.

“No las hago en un lugar público, si estoy en la escuela me voy a un salón de clases. Si estoy trabajando con alguien musulmán las hacemos juntos”, por lo que siempre carga un tapete especial para realizarlas.

Una comunidad en crecimiento

Al Centro Educativo de la Comunidad Musulmana A.C. asisten entre 200 y 300 personas cada viernes. La comunidad en México sigue creciendo, asegura Said Louahabi, presidente de la asociación.

Cuando llegó a la Ciudad de México en 1994, proveniente de su natal Marruecos, la comunidad musulmana con quien acudí­a a rezar a la embajada de Pakistán se componí­a de 80 integrantes.

De acuerdo con el Instituto Nacional de Estadí­stica y Geografí­a (INEGI), en su documento Panorama de las religiones en México 2010, hay 3,760 musulmanes en el paí­s, la mayorí­a de ellos radican en el Distrito Federal (1,178), en el Estado de México (417) y Jalisco (248).

Louahabi dice que después del 11 de septiembre de 2001 se observó un incremento en las conversiones. La razón: la curiosidad que la religión despertó en la gente tras los ataques al World Trade Center de Nueva York.

Mucha gente dijo “oye quién es Alá de los musulmanes, ¿es un terrorista?, ¿son terroristas esos musulmanes?, ¿cómo puede una religión enseñar la violencia?

“Sin embargo, lo que nos une a nosotros es la paz, la sumisión, adorar a un Dios y no asociarle ni nada, ni nadie”.

La gente que llega al centro lo hace después de averiguar sobre el islam en internet, dijo, y aunque no tiene una cifra especí­fica de mexicanos que se han convertido a la religión en el centro, asegura que generalmente hay nuevos ingresos cada semana y que llegan por voluntad propia.

El centro de Polanco no es el único. En la Ciudad de México existe una Asociación Civil de Mujeres Musulmanas Latinas, ubicada en la delegación Gustavo A. Madero, así­ como el Centro Salafi de México, dirigido por Muhammed Ruiz, un mexicano convertido al islam, y que se ubica en la colonia Buenavista.

También hay asociaciones musulmanas en Tequesquitengo, Morelos; Torreón, Coahuila; San Cristobal de las Casas, Chiapas, y también en los estados de Chihuahua, Veracruz, Quintana Roo y Baja California, entre otros, de acuerdo con Islam en México y sus publicaciones en Facebok.

“Todo tipo de miradas”

ígata asegura que sus amigos y familia la apoyaron en su decisión, aunque llevar el velo que para ella significa identidad provoca múltiples reacciones cuando se encuentra en la calle o en el transporte, en un paí­s donde los musulmanes son minorí­a.

“Recibo todo tipo de miradas, desde curiosas hasta hostiles. Hay gente que se me acerca a preguntarme por qué lo uso y cómo me lo pongo, me dicen ‘qué bonito’. Hay varios tipos de reacciones, verbalmente no he tenido ninguna mala experiencia pero a veces sí­ con miradas hostiles”, asegura.

Otro cambio para ígata ha sido el tipo de relación que puede tener con los hombres, con quienes no puede tener contacto fí­sico, como abrazos o saludar de la mano, según la religión.

En la congregación existen hombres más abiertos y acostumbrados a la cultura occidental, algunos de ellos mexicanos conversos con quienes el trato es de iguales y ha formado una relación de amistad, explica.

“No nos tocamos, ni nos saludamos de mano, pero de ahí­ en fuera todo es muy normal, nos contamos chistes o comemos juntos”.

Aunque también hay musulmanes ortodoxos, sobre todo los extranjeros, que no aceptan mirarla a los ojos o compartir el espacio con ella.

“En su cultura es tan normal que no lo hacen con intención de ofenderte o de hacerte un lado a propósito, ellos dicen las chicas tienen que ir aquí­ y los chicos allá. Para mí­ que nunca fue normal, lo siento como una exageración”, dice.

Al convertirse, ígata también aceptó que no puede tener una relación de noviazgo. “No se puede tomarse la mano o besarse hasta el matrimonio y por mí­ está perfecto, está muy bien”, dijo.

Para la joven el hombre ideal para casarse es un musulmán converso, por ser alguien con quien pudiera identificarse.

“Estrictamente una musulmana no se puede casar con un hombre que no sea musulmán, pero los hombres sí­ tienen la libertad de casarse con la mujer que quieran, siempre que no sea atea”.

“Nunca he encontrado problemas”

Para Louahabi, en México hay tolerancia hacia la religión.

“Encontré toda la libertad que quiero, por eso me gusta mucho México, nunca he encontrado problemas en este paí­s desde hace 20 años, no tengo problemas ni con ciudadanos mexicanos, ni con el gobierno, ni con los medios de comunicación en general”, dijo.

El también profesor de idiomas y traductor dice que en México no existe la islamofobia de la que se ha hablado en Europa, tras los ataques a la revista Charlie Hebdoen Parí­s, que se atribuyeron a al Qaeda en la pení­nsula arábiga.

“Siempre hay terroristas en diferentes partes del mundo, el terrorismo no está asociado al islam, los terroristas pueden no tener religión”, dijo sobre los ataques.

“Los condenamos a ellos y se consideran criminales, yo no diviso una religión que pueda decir que es perfecta y que su gente es perfecta”.

En el DF aún no existe una mezquita, pero quienes acuden al centro educativo en Polanco lo llaman así­. Louahabi asegura que el siguiente paso es convertirse en una asociación religiosa, y que buscarán que finalmente se construya una mezquita en la ciudad.

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