El militar se desempeñaba como comandante de una compañí­a de Infanterí­a en Chihuahua y ordenó el arresto de la ví­ctima el 25 de julio de 2008.

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Un general del Ejército mexicano fue condenado a 52 años y seis meses de prisión por ordenar la electrocución de un sospechoso y la incineración de su cadáver, informó el jueves el poder Judicial, en medio de una serie de escándalos de tortura en México.

El militar, cuyo nombre no fue revelado oficialmente, se desempeñaba como comandante de una compañí­a de Infanterí­a destacada en Chihuahua, un estado del norte fronterizo con Estados Unidos, y ordenó el arresto de la ví­ctima el 25 de julio de 2008.

Una vez en las instalaciones castrenses, varios soldados le “ataron y mojaron para aplicarle descargas de energí­a eléctrica en el cuerpo, con el propósito de obtener información respecto de la muerte de un militar”, indica un comunicado del Consejo de la Judicatura Federal.

La sesión de tortura causó la muerte de la ví­ctima pese a los primeros auxilios que le fueron proporcionados, aparentemente por fibrilación ventricular y paro cardiorrespiratorio.

“Después, por órdenes directas del sentenciado”, el cadáver de la ví­ctima fue transportado a un rancho en el que “fue incinerado de manera clandestina”, añadió el parte.

El general, que según varios medios locales se llama Manuel Moreno Avina, fue hallado “penalmente responsable de los delitos de tortura, homicidio calificado y violación a las leyes de inhumación, en la modalidad de destrucción de cadáver”.

Además de la condena carcelaria, la secretarí­a de Defensa Nacional deberá ofrecer una disculpa pública por el caso, aceptar su responsabilidad y restablecer la reputación de la ví­ctima en los medios de comunicación.

También deberán pagarse cerca de 14,500 dólares a los deudos de la ví­ctima.

Esta condena es considerada por la opinión pública como un “hecho histórico”, por tratarse de un militar de alto rango.

¿Fenómeno aislado o generalizado?

El Estado mexicano lanzó en 2006 una lucha frontal de sus fuerzas federales contra la delincuencia organizada que, aunada a las pugnas entre cárteles, ha dejado más de 25,000 desaparecidos y 80,000 muertos.

En 2014, la ONU denunció una situación “generalizada” de tortura por parte de militares y policí­as en un ambiente de “impunidad” en México, donde recientemente han estallado varios escándalos al respecto.

En el emblemático caso de los 43 estudiantes desaparecidos de Ayotzinapa (sur), la fiscalí­a general, el ombudsman y el grupo de expertos independientes enviado por la Comisión Interamericana de Derechos Humanos han apuntado supuestos casos de tortura contra los detenidos por el crimen.

Y hace unos dí­as, el Ejército y la Policí­a Federal ofrecieron inusuales disculpas públicas tras difundirse un video en el que se observa a dos militares y una agente policial torturando a una mujer.

En las imágenes aparece la mujer descalza, echada en el piso y llorando, mientras es encañonada por un soldado en medio de un interrogatorio. Luego, una agente de la Policí­a Federal la estrangula y asfixia, en dos ocasiones, con una bolsa de plástico.

Dos militares y tres policí­as fueron arrestados para ser procesados por este caso, que Defensa Nacional calificó de hecho “aislado”.

Por su parte, la Comisión Nacional de Derechos Humanos pidió que “se castigue ejemplarmente a los responsables” ante la justicia civil.

Frente la persistente denuncia por parte de varias organizaciones internacionales de casos de desaparición forzada y tortura, el presidente Enrique Peña Nieto envió en diciembre dos proyectos de ley al Congreso para prevenir y sancionar estas situaciones.

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