La muerte de Diego Bianco sacude Italia. El paramédico de 46 años ha fallecido solo cuatro días después de contraer el coronavirus y tras haber ayudado a cientos de contagiados.

Diego se encontraba muy mal. “Estoy como si me hubieran tirado debajo de un camión”, había dicho a un compañero. Pero era optimista, “lo conseguiremos”, repetía. El paramédico murió este lunes en su casa de Montello, donde vivía con su mujer y su hijo, de 8 años.

Había pasado las últimas semanas haciendo largos turnos en la central del 118, teléfono de emergencias donde respondía a todos aquellos que llamaban por la pandemia del coronavirus. Una enfermedad que ya ha golpeado a una decena de sus compañeros y que ha terminado con su vida.

Pero el sábado 7 de marzo comenzó a sentirse mal. Registró 39 grados de fiebre y junto con otros compañeros -ocho operadores, seis enfermeros y cuatro médicos- fue enviado a su casa. Aunque hasta el día 12 de marzo no se le efectuó la prueba del coronavirus.

La voluntad de prestar ayuda a quien estaba mal lo había acompañado durante toda su vida. Comenzó a trabajar como conductor de ambulancias en una residencia de Bergamo, donde había prestado servicio su padre. Después había desempeñado rescates para el hospital de Seriate y luego para el de Treviglio.

“Estaba siempre tranquilo, también ante las emergencias”, lo recuerda Oliviero Valoti, compañero en el 118, “su experiencia en la calle le ayudaba mejor a entender cómo moverse. Y, de vez en cuando, volvía a la calle”.

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