cristianos-iraq
La gente puede quedarse y arriesgarse a que los insurgentes islamistas los maten o huir por el desierto y enfrentarse al hambre y la sed

IRBIL, Iraq (CNN) — La gente de la religión yazidí­ del norte de Iraq debe tomar una decisión imposible: quedarse y arriesgarse a que los insurgentes islamistas los maten o huir por el desierto y enfrentarse al hambre y la sed.

Es difí­cil imaginar el sufrimiento que la minorí­a yazidí­ ha soportado durante las últimas semanas mientras huyen de los militantes de ISIS en las montañas remotas, escarpadas y desoladas.

“Con mis propios ojos vi que los perros se comí­an los cadáveres”, contó a CNN uno de esos yazidí­es, de nombre Tariq. “No es una crisis. Es una catástrofe”.

Los yazidí­es son descendientes de los kurdos y profesan una antigua religión preislámica; son pocos pero tienen un gran sentido de la comunidad.

Ahora, algunos están bajo sitio o bajo fuego; ISIS los ataca porque no sucumben a sus demandas de convertirse al islam o atenerse a las consecuencias. Otros, como Tariq, se las han arreglado para encontrar un refugio, aunque aún les preocupa encontrar los recursos necesarios para sobrevivir.

En donde quiera que estén y sin importar lo que hagan, los yazidí­es no se sienten seguros ni libres.

Ciertamente no están en casa.

‘No tení­amos nada’

La pesadilla de Tariq, de 33 años, empezó a las nueve de la mañana del 3 de agosto, en su aldea, Tal Benat-Sinjar. Fue entonces cuando él y otras personas empezaron a recibir mensajes de las aldeas vecinas: les decí­an que Daish —el término árabe para ISIS— habí­a llegado.

Las opciones eran simples: quedarse, convertirse al islam y unirse a ISIS; quedarse y arriesgarse a morir o a caer en la cárcel —como ocurrió con la familia de un hombre (tres mujeres y cuatro niños), según relata Tariq—, o huir con la esperanza de encontrar algún lugar en donde pudieran vivir a salvo o al menos libres, lejos del alcance de ISIS.

Más de 300 yazidí­es, entre ellos Tariq, eligieron la tercera opción.

Su primer refugio fueron las ruinas abandonadas de una pequeña aldea que se habí­a usado para arrear ganado y se encontraba junto a una fábrica de cemento.

Un mensajero de ISIS los alcanzó para darles un ultimátum: que se convirtieran antes del mediodí­a del dí­a siguiente o morirí­an.

Tariq y sus vecinos volvieron a escapar, esta vez hacia el monte Sinjar. Siguieron un camino zigzagueante por cinco kilómetros hasta la cima desolada de la montaña.

Los cientos de yazidí­es —entre ellos muchos ancianos y niños— se tienen unos a otros. Pero no tienen gran cosa porque escaparon con poco más que la ropa que llevaban puesta y el pan que llevaban en la mano.

Los militantes de ISIS frustraron cualquier oportunidad de reabastecerse ya que rodearon los caminos que llevan a la montaña.

“Hubo un momento en el que 15 personas compartieron seis litros de agua”, recordó Tariq. “No tení­amos nada”. La gente se caí­a de hambre.

Si los combatientes de ISIS no mataban a los yazidí­es, los matarí­a el sitio.

El padre de Tariq, de 80 años, fue una de las ví­ctimas: murió a los dos dí­as de estar atrapados en la cima de la montaña a causa del calor extremo y la falta de alimentos y agua.

No fue el único. Tariq dijo que contó más de 500 cuerpos; algunos de ellos dejaron de ser los seres queridos de alguien para volverse comida para los perros hambrientos.

“Vi que la gente se caí­a de cansancio y hambre”, dijo a CNN.

Al menos Tariq está vivo. Los combatientes del Partido de los Trabajadores de Kurdistán (PKK) —al que el departamento de Estado de Estados Unidos considera un grupo terrorista a pesar de que también son enemigos de ISIS— lograron romper el sitio para que Tariq y otros yazidí­es pudieran escapar.

El viaje subsiguiente los llevó por el norte de Iraq hacia la frontera con Siria y luego de vuelta a Iraq. Su última parada —por ahora— es una aldea de la provincia de Dhok que, de acuerdo con Tariq, está “en medio de la nada”.

No obstante, aunque están a salvo por ahora, el peligro no se ha terminado.

Primero que nada, ISIS no ha retrocedido. Las fuerzas armadas estadounidenses señalaron el sábado 9 de agosto que los militantes habí­an “atacado indiscriminadamente” a los yazidí­es cerca de los montes Sinjar, lo que provocó que Estados Unidos emprendiera ataques aéreos.

Los ataques no son la única razón por la que la vida de los yazidí­es está en peligro. Miles carecen de agua o alimentos, especialmente bajo el calor abrasador del verano iraquí­.

“Más de 20,000 familias siguen varadas en la montaña o en zonas más remotas”, dijo Tariq. “Si nadie les lleva alimentos o agua a tiempo, se enfrentarán a la muerte”.

Ivan Watson reportó desde Irbil; Greg Botelho escribió este artí­culo en Atlanta. Con información de Anas Hamdan.

 

DEJA UNA RESPUESTA