Venezuela.- Hoy toca Venezuela, después de la última artimaña de Maduro para implantar una dictadura si los ciudadanos y la comunidad internacional no lo impiden. Había elecciones para una nueva Asamblea Constituyente. Las anteriores (6 de diciembre de 2015) le habían salido mal porque las ganó la oposición, así que Maduro la desposeyó de competencias a favor del Tribunal Supremo adicto y convocó las constituyentes de ayer. Para ello violó la Constitución chavista de 1999, que prevé la convocatoria de elecciones para redactar una nueva Constitución, pero con un requisito previo: que la convocatoria sea sometida a referéndum de los ciudadanos.

Este es el legado de Chávez. ¿En qué consiste? Juan Carlos Monedero, uno de los asesores que llevaron a los dirigentes bolivarianos y al país a esta situación, lo explicaba tal como se lo había contado a él un atleta paralímpico: “Se puede explicar el legado de Chávez en cinco palabras: ‘Chávez, Chávez, Chávez, Chávez y Chávez, ¡carajo!'” Si se han molestado en contar verán que son siete, pero es que lo suyo no es la economía cuantitativa.

La economía venezolana padece la inflación más alta del mundo. El FMI la calculó en el 720,5% para este año y prevé que sea del 2.068,5% en 2018. Un 87% de los venezolanos son pobres. Su tasa de criminalidad (91 asesinados por cada 100.000 habitantes) es la más alta del mundo después de El Salvador. De las víctimas correspondientes al año pasado, 4.667 lo fueron a manos de la Policía, según la fiscal general de Venezuela, Luisa Ortega Díaz. Los venezolanos son los primeros demandantes de asilo en España, con 4.000 peticiones: superan en un tercio a los solicitantes sirios y doblan a los ucranianos.

El legado. Chávez primero, y después Maduro, llegaron a estos resultados con la asesoría de unos politólogos españoles, a los que financiaron con largueza y ayudaron a constituirse en partido, prestándoles hasta el nombre, Podemos, acrónimo de una escisión del MAS en 2002. El ministro de Finanzas, Rafael Isea, se lo argumentaba así a Chávez: “Para que en España puedan crear consensos de fuerzas políticas y movimientos sociales, propiciando en ese país cambios políticos aún más afines al Gobierno bolivariano”.

Se estaban financiando la agit-prop. Errejón, el núcleo irradiador, daba una explicación original a las colas de venezolanos ante los supermercados: “Desmercantilizando necesidades (la Revolución), la gente tiene más dinero disponible para dedicarlo a otras cosas, como el consumo. El aumento de la capacidad de consumo es producto de la Revolución Bolivariana”.

El jefe, Pablo Iglesias, en una impagable entrevista en Venezolana de Televisión, explicaba las críticas a Maduro en la prensa española: “Les duele, lo odian, no soportan que un conductor de autobús pueda ser el conductor de un país. A ellos les educaron para ser élites, para que los presidentes sean blancos”. La entrevista terminaba con una consideración para los españoles que viven en Venezuela: “¡Qué envidia me dan! En estos momentos, tal como están las cosas en Europa, es muy interesante vivir en un país como éste, que puede convertirse en un ejemplo democrático para los ciudadanos del sur de Europa”.

Éste es el guía político y espiritual de su partido y del que encabeza Pedro Sánchez. Ahora mismo, el militante podemita Alfredo Serrano es el principal asesor económico del Gobierno bolivariano. “El Jesucristo de la Economía”, lo llama Maduro. Lloren hoy por Venezuela y cinco minutos después por nosotros. Ése puede ser nuestro próximo ministro de Hacienda.

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