Seguro que al ver la imagen de portada, no has podido evitar una acción tan común y adictiva como bostezar. Algo tan cotidiano como abrir la boca de manera incontrolada cuando tenemos sueño o simplemente, vemos a otra persona haciéndolo, puede parecer inexplicable e intrigante.

Y es que emitir bostezos no significa sólo realizar la apertura de nuestra boca. En esta acción también entornamos los ojos, llegamos a secretar lágrimas y saliva, inclinamos la cabeza hacia atrás e incluso tiene efectos conocidos sobre nuestros oí­dos. La secuencia de movimientos que realizamos al bostezar es amplia, pero tal vez no sea tan conocido su significado biológico. ¿Tienen algún sentido los bostezos?

2

Bostezar ha sido objeto de curiosas investigaciones cientí­ficas, aunque éstas no siempre hayan sido del todo “reconocidas”. Por ejemplo, en 2011 los famosos Premios Ig Nobel en Fisiologí­a galardonaban de manera irónica el estudio “Ausencia de evidencia de contagio del bostezo en la tortuga terrestre de patas rojas”. El trabajo realizado por el equipo de Anna Wilkinson pretendí­a averiguar si este comportamiento fisiológico estaba extendido en todas las especies animales.

Nuestro cerebro está sometido a importantes fluctuaciones de temperatura

A pesar de la crí­tica y humor que supone que los bostezos hayan sido protagonistas de los Ig Nobel, lo cierto es que bostezar sigue siendo una cuestión biológica interesante. El estudio de esta acción tan cotidiana ha ofrecido resultados muy interesantes. Por ejemplo, una reciente investigación publicada en Physiology & Behaviour concluí­a que nuestros bostezos servirí­an como “mecanismo de refrigeración” de nuestro cerebro.

Estos resultados contrastan con la vieja idea de que bostezar no sirve para nada. Los cientí­ficos de la Universidad de Viena parecen demostrar que existe una “ventana térmica” en nuestro cerebro. Cuando estamos estresados o afectados por ciclos de sueño, nuestro órgano más importante también está sometido a fluctuaciones de temperatura muy importantes. Bostezar, según los investigadores, servirí­a para enfriar nuestro cerebro.

De hecho, las diferencias entre los voluntarios fueron interesantes. En verano, el 41,7% de los participantes bostezaba al realizar el estudio, reduciéndose este porcentaje al 18,3% en el caso de que el ensayo se realizara en pleno invierno. Tal vez bostezar sirva como método de refrigeración, y aunque parezca un acto común e insignificante, pueda incrementar nuestra eficiencia mental.

Resultados como el de los cientí­ficos austriacos demuestran que la biologí­a de nuestro organismo es aún desconocida en muchos aspectos, y que acciones tan comunes como emitir bostezos pueden esconder mecanismos fisiológicos imprescindibles.

DEJA UNA RESPUESTA